Celibato y pederastia en la Iglesia: ¿alguna relación?
Por más que los medios de comunicación lleven más de una década haciéndose eco del problema, sigue siendo el tema una cuestión escabrosa y difícil de abordar. Más allá del titular “el párroco tal y el obispo cual han sido denunciados por abusos sexuales, etc.”, poco se estudia el problema y poca reacción social hay al respecto. En este texto voy a tratar el celibato como uno de los factores que pueden estar promoviendo las prácticas pederastas de tantos miembros de la Iglesia Católica.
Para aclarar los términos de mi exposición quiero diferenciar los conceptos de pedofilia (tendencia o atracción hacia los impúberes) del de pederastia (práctica sexual), porque sin esta separación no se sostendría el planteamiento. No sé si la pedofilia en sí misma es una tendencia causada por el celibato o la represión sexual pero no hace al caso. Es incluso posible que personas que se reconocen pedófilas repriman sus atracciones o les den salida sin causar mal a nadie. La pederastia es otra cosa, es acción. Un pederasta lo es por practicar sexo con niños aunque no tenga la tendencia. Práctica que normalmente se da por medio del abuso y la agresión causando daños físicos y psicológicos a las víctimas difíciles de superar.
Una historia imaginaria
Imaginemos a cualquier joven (hombre, mujer), que llevado/a por su fervor religioso decide tomar los hábitos. Convencido de su decisión acepta las reglas que impone el sacerdocio o el monacato. Ha reflexionado acerca del voto de mantenerse casto y célibe toda la vida, y concluye que podrá con ello. Técnicas no faltan: duchas de agua fría, pensar en otra cosa, rezar cuando la tentación aparece, apretarse el cilicio, etc. Pero he aquí, que con el tiempo la cosa no se calma sino que va a más, cada vez es peor: la afiebrada mente1 de nuestro protagonista se va llenando de imágenes intensas, se va cargando, sus sueños se ven poblados de fantasmas tentadores que ya ni en vigilia consigue mantener a raya. La alteración y la falta de control sobre sus propios impulsos probablemente le lleven a la rabia, la agresividad y el sadismo -paradójicamente es el caso de los más santos/as-, o a saltar la barrera de lo prohibido para aliviarse brutalmente con los más indefensos.
Lo ha hecho, ha cometido un grave pecado pero sabe que será perdonado en el confesionario: Dios lo perdonará una y mil veces. Sus compañeros de orden lo protegerán, no dejarán que le ocurra nada malo, no permitirán que sus acciones trasciendan fuera de la congregación. Se justifica: al fin y al cabo los compañeros que no violan pegan, insultan, castigan y humillan, ¿es su pecado mayor?
La imposición del celibato
Esta historia imaginaria podría ser la de cualquier sacerdote, monje o monja católicos. Las agresiones sexuales que se insinúan son la manifestación más grosera y evidente de su esquizofrenia sexual, pero están las otras: los malos tratos físicos y vejaciones constantes cometidos contra los niños, niñas y adolescentes bajo su protección; la educación enfermiza promotora del odio al propio cuerpo y a la propia sexualidad; las sustracciones de bebés relacionadas con el castigo a las mujeres pecadoras que quedaban encinta fuera del matrimonio2; la explotación y el disfraz con fines económicos, y un largo etcétera de abusos y agresiones.
Y no, no hablamos solo de religiosos varones, hablamos también de las religiosas. No tenemos noticias de ninguna que haya abusado o agredido sexualmente a nadie -aunque sospecho que algún caso habrá-, pero sí han dado muestras de las mismas obsesiones y retorcimientos mentales, y han infligido los mismos castigos corporales y los mismos malos tratos en general que los varones. Diría incluso que ellas se llevan la palma en lo que a mal trato psicológico se refiere, haciendo gala de una crueldad inimaginable en cualquier persona media.
No obstante, algunos religiosos han elegido otra vía, quizá la más inteligente: saltarse el celibato y establecer relaciones consentidas con personas adultas. Opción que han tomado no pocos sacerdotes y que les permite cumplir con su misión pastoral con mejor salud mental sin ninguna duda.
¿Es que no cabe la posibilidad de personas realmente santas que hayan conseguido elevarse por encima de sus impulsos naturales? Diré que sí, que creo en esa posibilidad, pero que, teóricamente, son supuestos muy especiales elegidos libremente, conscientes y conocedores de los mecanismos de la conciencia humana y que trabajan con técnicas específicas sostenidas en el tiempo. También cabe la posibilidad de que existan personas asexuadas, que no sientan ningún tipo de impulso sexual por los motivos que sean, pero personalmente no he conocido a personas de ninguno de estos grupos.
Falta de reacción social
Hemos sido muchas las generaciones de los países de tradición católica educadas en colegios religiosos, por lo que esta lacra ha sido un secreto a voces mucho antes de que los grandes medios de comunicación decidieran hacerle frente. Hoy en día ya no hay como esconder ni justificar el hecho de que un notable número de miembros de la Iglesia practican la pederastia, y de que durante décadas -quizá siglos-, han contado con la protección y el encubrimiento del resto de los miembros del clero o de su congregación.
Lo más sorprendente es que mientras esto ocurre, en nuestro país los colegios regentados por órdenes religiosas católicas se han seguido financiando con dinero público y actualmente representan el 60% de los colegios concertado. Muchos padres en un ejercicio de temeridad, siguen enviando a sus hijos e hijas a estos centros (?) ¿Dejarían a sus hijos en cualquier otro lugar en el que supieran que se practica la pederastia? Y especialmente, ¿se fían de los internados religiosos? Porque ese es el lugar donde se da la máxima situación de peligro. Es curioso que estos centros sigan estando entre los establecimientos educativos con mayor prestigio social.
Mientras la Iglesia o las distintas órdenes no ofrezcan garantías debería prohibirse terminantemente a estos colectivos la dirección de colegios e institutos en régimen de internado o semi-internado, además de supervisar convenientemente el resto. Ya es de por sí vergonzoso el apoyo que tienen de subvenciones del sector púbico y la falta de justificación de esta actuación en un estado aconfesional, para que encima puedan maltratar a jóvenes y niños impunemente.
Buenas intenciones
En los próximos días –del 21 al 24 de febrero– se va a celebrar en el Vaticano una reunión con los presidentes de las Conferencias Episcopales, a la cual han sido invitadas algunas de las víctimas de abusos, para tratar este sórdido tema. Creo que el actual pontífice apunta maneras y quiere abordar el tema de frente, con transparencia y sin complicidad, pero debe tomar medidas concretas y preventivas. No vale con que las víctimas puedan denunciar después de haber sufrido el abuso o la agresión, tiene que implementar mecanismos de prevención.
Levantar el voto de castidad y el celibato al clero supondría un avance para resolver gran parte de este problema y seguramente de otros. He dicho “parte” sí. Desgraciadamente no es el único factor, ya que si así fuera no existirían pederastas entre la sociedad seglar. Por tanto, debería habilitar también organismos internos de supervisión y control que pudieran detectar tempranamente a los pedófilos y a los sujetos conflictivos, y como mínimos alejarlos de las posibles víctimas para que no lleguen a producirse los hechos, además de denunciar ante la justicia a aquellos que ya hayan cometido el delito. Qué por fin la Iglesia deje de ser el refugio de esta clase de delincuentes.
Para terminar añadiré unos párrafos de un texto que viene al pelo:
“[…] 5. En ciertos pueblos primitivos existe aún la represión del sexo así como en otros considerados de “civilización avanzada”. Es evidente que, en unos y otros, el signo destructivo es grande aunque en los dos casos el origen de tal situación sea distinto.
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Si me pides más explicaciones te diré que el sexo es en realidad santo y es el centro desde el cual se impulsa la vida y toda creatividad. Así como desde allí también se impulsa toda destrucción cuando su funcionamiento no está resuelto.
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Jamás creas las mentiras de los envenenadores de la vida cuando se refieren al sexo como algo despreciable. Por el contrario, en él hay belleza y no en vano está relacionado con los mejores sentimientos del amor. […]”3
1. Supongo que habrá no pocos estudios psicológicos sobre la deformación de estímulos e imágenes cuando determinados impulsos físicos no están resueltos y sobre las enfermedades mentales que produce.
2.Recomiendo ver la película irlandesa Philomena.
3. Capítulo XVII. PÉRDIDA Y REPRESIÓN DE LA FUERZA de La Mirada Interna. Silo
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