Expertos y pensiones: ¡cuánta majadería!
Cada vez que en algún programa de radio o televisión anuncian la presentación de un experto que va a opinar sobre tal o cual materia, me echo a temblar y me preparo para oír el último despropósito que se le ha ocurrido a este buen señor o señora y me pregunto si no tiene nadie en su casa (madre, pareja, hermano, suegra) que lo/a llame al orden y le meta un poquito de sentido común en la cabeza.
Y es que en el mejor de los casos no aportan nada, se limitan a repetir lo que parece es un acuerdo en su gremio y desde luego no resuelven el problema por el que han sido consultades. Y en el peor: ideas contradictorias y falsas que crean la ilusión de que no hay más forma de ver la cuestión, ni más solución que la que elles ofrecen, que es ninguna.
Entre las últimas insistencias de nuestres amigues -mayormente economistas y financieros-, está la idea de que tenemos un grave problema con el sistema público de pensiones debido al descenso de la natalidad. La pirámide de población se está invirtiendo y habrá menos trabajadores que vayan a cotizar a la Seguridad Social. Puesto que nuestro sistema se basa en cubrir las pensiones con lo que aportan los trabajadores en activo, no podremos responder a las necesidades de un número de pensionistas cada vez mayor y con una vida “más larga de lo previsto” (Christine Lagarde). Por lo tanto el sistema es insostenible y tendremos que ir pensando en la privatización como único remedio: que cada trabajador/a ahorre lo que pueda durante su vida activa o invierta en un fondo privado de pensiones.
Siguiendo su lógica, según les trabajadores vayan siendo sustituides por robots, menos expectativas de poder cobrar una pensión en la vejez, ni siquiera de invertir en planes de pensiones privados porque no tendremos como, ¿qué nos dirán entonces?
¿De dónde venimos?
Después de la segunda guerra mundial y debido a la gran cantidad de personas fallecidas en el conflicto, la necesidad de repoblación y de mano de obra en los países más afectados era imperiosa. Los poderes públicos impulsaron una política de fomento de la natalidad proponiendo un modelo de familia que, sobretodo, era numerosa. Durante los años 50, 60 y principios de los 70 se produjeron ingentes cantidades de nacimientos. Personitas que prosperaron en su crecimiento, gracias al desarrollo de la medicina, la agricultura y la industria alimentaria en los años 60, al contrario que en etapas anteriores donde la mortalidad infantil era muy grande.
Como es lógico, frente a un paisaje diferente, estes hijes del Baby Boom y sus descendientes, no han copiado el modelo anterior de familia. Los motivos son diversos, pero para mí el más importante como especie es que no se ha experimentado la necesidad -en el mundo occidental, al menos- de seguir reproduciéndose a ese ritmo. Pensemos que si las parejas de las últimas dos o tres últimas décadas hubieran tenido una media de cuatro o cinco hijos, como era habitual en los años 60, la actual población de España en vez de 46,5 millones de habitantes sería de 120 por lo menos. En ese supuesto, y en este estado de cosas, en vez de atacar el sistema de pensiones públicas, se estaría atacando el sistema de educación pública diciendo que es insostenible para el Estado escolarizar a tantes.
Contrasentidos
Si, efectivamente, el problema para el sostenimiento de nuestro sistema de pensiones fuera ese, no existiría paro juvenil. Bueno, no existiría desempleo de ningún tipo, pues según este esquema es la falta de gente y no de empleo la que está generando el problema. Si tanto necesitamos a les jóvenes, no nos habríamos deshecho de elles forzándoles hacia la emigración en busca de mejores oportunidades laborales.
Si esto fuera así, el Gobierno, les polítiques y los poderes públicos no cabrían en sí de gozo al ver la llegada de inmigrantes jóvenes dispuestes a trabajar y contribuir con sus cotizaciones a nuestra Seguridad Social. Estarían felicísimos de que nos hubieran elegido para instalarse aquí familias de inmigrantes cargadas de niñes. Habrían corrido con los brazos abiertos a acoger refugiades jóvenes, adolescentes y niñes. Les habría faltado tiempo para concederles la nacionalidad y aumentar así la base de la pirámide.
Pero parece que no, que ni lo primero ni lo segundo.
Desde luego, entre nuestres amigues expertos también están les que señalan “qué bueno, qué también cabe la opción de subir mucho los impuestos -a los pobres, claro-, y con esto seguir manteniendo el sistema público de pensiones.” De la opinión que me merece la proclama de que la única manera de mantener el sector público es operar con la fiscalidad hablé suficientemente en El timo de las privatizaciones
Tendencia y causas
Hay un pensamiento recurrente que me aparece siempre que hablo de determinados temas relacionados con el sector público: si en la década de los 80 había pensiones para todes, sanidad y educación pública de calidad, mejores prestaciones por desempleo, más vivienda social, etc. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Me vais a decir que porque había más gente empleada? Y qué más da que hubiera más gente empleada si la producción era mucho menor. ¿No es cierto que se ha avanzado tecnológicamente y que ha aumentado la producción, la productividad y la variedad de bienes desde entonces? Si cada vez hay más, ¿por qué cada vez hay para menos?
La tendencia es a que serán más las personas que no van a encontrar un empleo remunerado ni tampoco disfrutarán de una pensión pública digna, y a larga de ninguna. Primeramente porque no hay voluntad para ello: ningún gobierno de los que se van alternando está haciendo nada en esa dirección, al contrario nos van encaminando hacia la vía privada. A fuerza de manifestación y protesta, van soltando alguna migaja de actualización, mientras por otro lado alargan la edad de jubilación, los años necesarios de cotización, y reducen la cantidad neta de la prestación1.
En cualquier caso, nos enfrentamos en estas primeras décadas del siglo XXI a una encrucijada: o cambiamos el sistema de propiedad y distribución de la riqueza2, diferenciando la necesaria para la subsistencia del salario laboral (ver RBU); o condenamos a cada vez más capas de la población mundial a la miseria, incluida la de los países desarrollados. Esto que parece una foto no es una realidad estática, es una tendencia que por mor de su inercia nos dirige paulatinamente a una mayor concentración de la riqueza en manos de unos pocos hasta llegar probablemente al colapso del sistema.
En Europa3, y en España más concretamente, debemos plantearnos si estamos dispuestes a abandonar a su suerte a nuestres mayores y a nosotres mismes a medida que vayamos cumpliendo años. ¿Qué será de las generaciones que sufrimos el desempleo y el empleo precario, qué nunca cotizaremos lo suficiente para cumplir los nuevos requisitos? ¿Qué será si además no tenemos capacidad de ahorro porque alcanzamos lo justito para sobrevivir?
El papel de nuestres protagonistas
No oigo a ningún/a experto/a plantear la necesidad de un gran cambio para salir de este atolladero histórico. No les oigo hablar del sufrimiento que las medidas que apoyan y sus explicaciones producen en la gente. Nada de poner la economía al servicio de las personas. Nada de repartir la riqueza. Pero oigo sus silencios, oigo lo que NO dicen, lo que se callan. Oigo que les importa una m… lo que le pase a la mayoría mientras elles ganen para su plan de pensiones privado o para sus inversiones y ahorros. Oigo que se sienten satisfeches con su papel de “comecocos” sociales; satisfeches con su capacidad de convencernos de que no hay otro remedio ni otra salida que sufrir los desmanes de este sistema inhumano y cruel, que no hay otra salida que el “búscate la vida como puedas”, que el individualismo exacervado, que la muerte prematura.
¿Por qué los critico a elles y no a les diseñadores del sistema? Porque son la voz de su amo. Porque están dispuestos a vender su conocimiento y su conciencia a las peores causas. Porque hacen el trabajo sucio tratando de manipular la subjetividad de los pueblos con sus estadísticas, sus argumentos falaces y su cerrazón de futuro. Si de verdad quisieran ayudar propondrían nuevos modelos que favorecieran a la gente, maneras de solventar los problemas, vías no abruptas de transitar hacia un mundo mejor.
Alguien sabio dijo en una ocasión: “Si no puedes superar el silencio quédate callado.” La próxima vez que te ofrezcan asistir a un programita a dar tu opinión de “experto”, haznos un favor y declina la invitación.
1. Según la nueva figura factor de sostenibilidad (que iba a entrar en vigor en 2019 y parece se pospone hasta 2023) y los nuevos Índices de Revalorización Anual
2. Lo que conlleva un cambio en las conciencias y en la visión que tenemos de la humanidad.
3. En otras culturas, aunque exista más pobreza, el trato y la atención a les ancianes es mucho mejor que en la nuestra.
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