Desconfianza ante la campaña de vacunación
Un manto de desconfianza se ha posado sobre el corazón de miles de personas a lo largo y ancho del planeta. Decir que únicamente se trata de desconfianza hacia la anunciada vacuna contra el sars-cov-2, sería reducir el campo de un estado emocional que surge frente a todo lo que proviene de las instituciones y los grandes poderes públicos y privados. No deberían extrañarse los dirigentes del globo terráqueo de que los humildes ciudadanos de a pie no nos creamos ni una sola de sus palabras ni de las campañas que emprenden (o sea, negocios).
Contexto de partida
De inicio tenemos una epidemia provocada por un nuevo virus que, por mor de un cambio de criterio sobre la marcha en la Organización Mundial de la Salud (OMS), es convertida en pandemia mundial desde el minuto uno y medio. La preocupación aumenta entre los bienintencionados gobernantes y políticos nacionales e internacionales de todo el planeta, y por ello deciden prohibir toda autopsia para investigar los efectos que esta enfermedad provoca en el cuerpo humano (¡total, pa qué! Ya se nos ocurrirá el tratamiento sobre la marcha).
Mientras averiguan (?), nos lanzan mensajes confusos y contradictorios: Guantes sí, mascarilla no. Guantes no, mascarilla sí en espacios cerrados. Mascarilla en todos lados, guantes definitivamente no, mejor hidrogel mil veces al día. No fumar en terrazas. Podemos juntarnos con 6. Podemos juntarnos con 10. Otra vez 6. Tú solo. Solo convivientes. Nos contagiamos en tiempo de ocio, con la familia y con los amigos. No nos contagiamos en el trabajo o en el transporte público. Los niños son culpables de transmitirlo a los abuelos. Ahora ya no son tan culpables. Estar en clase en mitad de una corriente de aire frío en pleno invierno es lo mejor para la salud (si mi abuela levantara la cabeza). Salir a pasear y a tomar el sol es peligroso y de personas incívicas. Etcétera, etcétera.
Cierran los Centros de Atención Primaria. Un poema telefónico conseguir cita con el/la médico de familia. La cita previa por internet ya no funciona. Parece lo más razonable en caso de emergencia sanitaria impedir o trabar el acceso a la sanidad de los/las pacientes (¡háganse un seguro privado, qué para eso están!)
La censura ha alcanzado cotas inimaginables hace muy poco tiempo. Todo lo que sea cuestionar o incluso matizar la versión oficial de la descripción de la enfermedad, su modo de transmisión, la gestión de la crisis y la toma de datos, la efectividad de las vacunas; o tratar de ofrecer alternativas de tratamiento, está siendo sistemáticamente censurado no solo en los medios tradicionales de comunicación sino en buscadores, plataformas y redes sociales.
Ningún mensaje tranquilizador. A estas alturas, algunos/as científicos algo han averiguado sobre la temible enfermedad y algunos de los factores que influyen en su mayor o menor gravedad. Se sabe que a las personas del grupo sanguíneo 0, así como a las mujeres les afecta menos, pero es un mensaje que apenas se prodiga y tampoco se utiliza para tranquilizar a la parte de la población que se ha visto agraciada con estas ventajas. Sí se ha enfatizado, sin embargo, en que niños y jóvenes gozan de una mayor protección, pero ha sido utilizado para inculcarles sentimientos de culpa y no para calmarlos.
La (oscura) luz al final del túnel
Por fin vemos la luz al final del túnel y nos dicen que aquellas vacunas que tardaban una década en desarrollarse y probarse han pasado a la historia. Ahora en cuestión de meses tenemos unas cuantas listas para ser inoculadas a la ansiosa población (ansiosa por ponerse cualquier cosa con tal de que la dejen volver a la normalidad). Eso sí, las empresas farmacéuticas que han desarrollado estas vacunas no serán responsables de los efectos secundarios que estas puedan provocar1. También firmaremos un consentimiento informado, como cuando nos practican alguna cirugía, que eximirá de responsabilidad a sanitarios, administraciones y proveedores.
Existen varias vacunas definitivas y en desarrollo que utilizan diferentes tecnologías: ARN mensajero, clásica de virus atenuado, adenovirus; pero no nos enseñarán el prospecto y no podremos elegir cual es la que queremos que nos inyecten. Será la que nos toque en esta lotería según fase, edad, profesión o lo que tengan a bien estos señores/as.
Como es algo estupendo, que todos esperábamos como agua de mayo, los medios de comunicación comienzan su vehemente campaña de aleccionamiento y terror, publicitando que quien no quiera vacunarse voluntariamente, quedará incluido en un registro, después de ser interrogado/a sobre las causas de su rechazo, de las que se tomará anotación convenientemente.
Nos amenazan con la posible y más que probable obligatoriedad y/o condicionalidad de la vacunación, extendiéndose didácticamente en las consecuencias que sufrirían aquellos/as que se negaren a recibirla: multas, prohibición de viajar, de acceder a determinados lugares, a sus centros de trabajo… Todo muy libre y democrático.
Seguiremos con la mascarilla y el distanciamiento social. Así como suena. La vacuna no hará que podamos evitar la mascarilla ni que podamos abrazarnos, besarnos ni reunirnos. Ni los vacunados estarán protegidos frente a los insolidarios que no quieran vacunarse (¿para qué sirve, entonces?)
Con este panorama, comprenderán que a muchas personas esta campaña no solo no nos producen ninguna confianza, sino que nos hacen subir las alertas y sospechar que o bien la dichosa vacuna no es tan eficaz o hay quienes están haciendo el agosto con su venta, o las dos cosas juntas. En definitiva en su comportamiento está su mensaje. Y es que como señala un principio básico: Cuando fuerzas algo hacia un fin, produces lo contrario2.
1. ¡Infórmate, guapa! Qué no es que no las puedas demandar, que eso sería ir contra el derecho de la UE (Directiva 85/374/CEE del Consejo, de 25 de julio de 1985), pero las posibles indemnizaciones las pagarán los Estado.
2. Capítulo XIII, Los Principios, del libro La Mirada Interna, incluida en el libro El Mensaje de Silo
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