Nacionalismos en general y en particular
“1. Se ha dicho que una nación es una entidad jurídica formada por el conjunto de habitantes de un país regido por el mismo gobierno. Luego se ha extendido la idea al territorio de ese país. Pero verdaderamente una nación puede existir a lo largo de milenios sin estar regida por un mismo gobierno, sin estar incluida en un mismo territorio y sin ser reconocida jurídicamente por ningún Estado. Lo que define a una nación es el reconocimiento mutuo que establecen entre sí las personas que se identifican con similares valores y que aspiran a un futuro común y ello no tiene que ver ni con la raza, ni con la lengua, ni con la historia entendida como una “larga duración que arranca en un pasado mítico”. Una nación puede formarse hoy, puede crecer hacia el futuro o fracasar mañana y puede también incorporar a otros conjuntos a su proyecto. […]
2. Al Estado que tiene que ver con determinadas formas de gobierno reguladas jurídicamente, se atribuye la extraña capacidad de formar nacionalidades y de ser él mismo la nación. Esta reciente ficción, la de los estados nacionales, está sufriendo el embate de la rápida transformación del paisaje humano. Por ello, los poderes que formaron al Estado actual y que lo dotaron de simples atributos de intermediación, se encuentran en situación de superar la forma de ese aparato aparentemente concentrador del poder de una nación.”1
Siguiendo el hilo propuesto por Silo, autor del texto anterior, efectivamente existen en el planeta grupos humanos que se consideran a sí mismos una nación aunque no tengan un territorio bien definido o este haya quedado dividido en varios estados. Por poner ejemplos fáciles podríamos hablar del Pueblo Judío o del Kurdo. Pero quizá donde más se da este fenómeno es en África: vergonzosamente dividida a finales del siglo XIX con escuadra y cartabón entre los dirigentes de los países colonizadores, las fronteras no han logrado producir una ruptura entre les habitantes de pueblos que quedaron separados en dos o tres estados y que hoy se siguen reconociendo entre ellos como pertenecientes a un único pueblo.
Nacionalismos en España
Acción de forma
Supongo que morfólogos, geométras, pitagóricos y otres sujetos de esta índole, convendrán conmigo en que nuestro hermoso país, debido a su forma física, contiene un centro manifiesto que se corresponde más o menos con Madrid.
Fuera de cuestiones políticas, si algune de ustedes pertenece a algún tipo de grupo o asociación con implantación en todo el territorio nacional, o simplemente tiene familia dispersa por el país, observarán que siempre que se propone hacer una reunión conjunta se acaba en Madrid (normalmente en la capital). Los argumentos: está equidistante, bien comunicada, es lo que resulta más fácil para todos…
La cuestión no tendría mayor importancia si no fuera porque ese centro se va “cargando”: ahí se encuentran las sedes de la mayoría de órganos, organismos, asociaciones civiles y empresariales, etc. Provocando que, aun cuando dentro de la misma estructura que se ha dado esa organización los miembros de cualquier territorio se encuentren en paridad, tienden les afincades en Madrid a considerar que elles son el centro de poder y que lo que sucede en provincias es irrelevante.2
Antecedentes
Continuando con el tema propuesto y centrándonos en nuestro país, el tema de los nacionalismos no comienza ayer ni tampoco durante el franquismo. Sin ser muy docta en Historia, me atrevo a señalar que existe un arrastre histórico de los antiguos reinos medievales que sigue operando a día de hoy, como si los fantasmas de nuestres antepasades nos siguieran a través del tiempo. Pensemos que hace solo dos o tres siglos, no demasiado tiempo desde el punto de vista de los procesos históricos, estos territorios mantenían todavía sus propias Cortes como órganos legislativos y eran territorios diferenciados del de la corona de Castilla. Fue Felipe V en el siglo XVIII el gran impulsor de la centralización de la gobernanza del Estado español, pero como ocurre en la vida de los individuos, los pueblos tampoco olvidan ni cambian de un día para otro por mucho que lo dicte un Decreto. Baste de ejemplo lo que costó sacar adelante nuestro Código Civil que se llevó casi todo el siglo XIX, a causa de las múltiples disputas entre los representantes de territorios que partían de concepciones diferentes sobre la propiedad, la herencia, las relaciones familiares, etc.
Pegando un salto en el tiempo, el Franquismo no ayudó mucho a fomentar el pretendido sentimiento de nación española, al promover un centralismo férreo en la administración del Estado, pisoteando tradiciones culturales y lingüísticas; ensalzando los símbolos y personajes de la corona de Castilla y su unificación con la de Aragón a través de los Reyes Católicos; imponiendo un folclore y unos usos como typical spanish con los que muches no se identificaban. No es de extrañar pues, que la etapa democrática arrancara con fuertes reivindicaciones territoriales y nacionalistas que habían sido acalladas durante décadas y que, desgraciadamente, no han sido convenientemente tratadas ni resueltas en la actualidad.
Las últimas décadas
Artículo 2. La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.
Artículo 3. 1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.
2. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.
3. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.
Nuestra última etapa comienza así en virtud del citado artículo 2 CE, con la organización territorial del Estado en Comunidades Autónomas, dotadas de capacidad de autogobierno y a las que les han sido transferidas competencias anteriormente centralizadas, reservándose el Gobierno del Estado las de más peso económico y político. ¿Han quedado con esta forma organizativa resueltas las aspiraciones de nacionalistas e independentistas? ¿Nos sentimos todes pertenecientes a una misma nación? Au contraire, mon ami, la cuestión no está zanjada ni mucho menos.
Rara vez una solución formal resuelve un problema de fondo, ese “¿No tenéis bastante con las Autonomías?”, como quien hace una concesión para que dejen de darle la lata, no aborda, ni abarca y mucho menos soluciona el problema. (Es el signo de nuestros tiempos no profundizar en los conflictos).
Factores de disconformidad
Uno de los factores que remueve la cuestión cada equis tiempo es el factor político: dependiendo del grupo en el Gobierno y de los intereses de turno, se promueve una mayor o menor centralización del poder. Es tradicional que cuando gobierna la derecha se haga más propaganda de los símbolos del Estado centralizado y se ensalce el nacionalismo español; esto acompañado de un cierto ninguneo a las lenguas, la cultura y los símbolos de los distintos territorios, nos da el cóctel perfecto para soliviantar los ánimos independentistas.
Sin embargo, si necesitan los votos de los partidos nacionalistas para gobernar (a lo que estos últimos se prestan gustosos con tal de arañar alguna parcelita de poder -al menos los de corte liberal-), no tienen ningún conflicto en negociar con competencias e impuestos para conseguir su apoyo.
Factores económicos. Por un lado, ya es casualidad que las zonas donde más prosperan las reivindicaciones independentistas y/o nacionalistas, sean las más productivas y con la renta per cápita más alta, lo cual los hace sospechosos de insolidaridad con el resto de las Comunidades.
Por otro lado la crisis económica ha lanzado específicamente sus ataques contra las instituciones autonómicas con argumentos de la siguiente índole: ¿por qué vamos a pagar instituciones duplicadas? ¿para qué tanto polítique autonómique si se puede hacer igual con les centrales? ¿Por qué vamos a tener diferencias sanitarias, educativas y/o impositivas en las distintas autonomías?, etc.
Falta de reconocimiento y afectividad. Bien es verdad que les españoles nos queremos más bien poco como pueblo, así que por qué íbamos a demostrar mayor afectividad a la diversidad de nuestras culturas o lenguas; pero aun así, es una contradicción proclamar que nos queremos unides y que creemos en la indisoluble unidad de la Nación Española y referirnos al castellano como “el español”, mientras el balear-valenciano-catalán, el euskera, el gallego, el bable y hasta el panocho murciano parecen no ser lenguas españolas (?). No solo no las reconocemos como tales, sino que tiramos con dardos a aquelles que las hablan, y nos molesta que a nuestres hijes no les eduquen exclusivamente en castellano.
Crisis del Estado Nacional. Los Estados Nacionales ya no son lo que eran, habiendo delegado su soberanía en organismos supranacionales y vendidos económicamente a la banca privada internacional, las grandes corporaciones y las multinacionales; su papel como representantes de la soberanía popular está en declive. Quedando vacíos de significado político los Gobiernos centrales de los distintos países, se han convertido sus representantes en defensores y publicistas de los grandes intereses del capital, dedicándose únicamente de engañar y controlar a sus nacionales (no vaya a ser que con el descontento vuelva a surgir otro 15-M). No es de extrañar que algunes se sientan más identificades con sus líderes locales.
Crisis en la UE. Ese proyecto que inicialmente parecía tan posibilitario y favorable a la gente; ese espacio de Igualdad, Justicia, respeto a los Derechos Humanos; ese lugar abierto a la circulación de personas, al intercambio de ideas, a la colaboración científica y cultural; se está convirtiendo en un espacio blindado e insolidario con les foráneos y cada vez con más trabas para que sus mismes ciudadanes puedan desplazarse, trabajar o estudiar en otros países de la Unión. El Gran Proyecto se está quedando en una plaza de mercaderes a les que sólo les importa mantener el libre mercado y la libre circulación de mercancías y capitales, descuidando ostensiblemente el bienestar y la felicidad de sus gentes; fomentando la insolidaridad y la falta de respeto a los Derechos Humanos y a lo dispuesto en los Tratados Internacionales. Ver post Refugiados
Otros factores psicológicos y emocionales. Seguro que una cierta tendencia global a la dispersión, a la atomización y la falta de proyectos aglutinadores puede estar detrás de algunas sensibilidades independentistas. También el temor al incierto futuro que nos hace refugiarnos en casita y regresar a un pasado en el que nos sentimos afirmades en nuestras raíces. Entendiendo raíces como el pueblo, la lengua y la cultura familiar en la que crecimos.
¿Qué podemos hacer?
Son muchos los puntos de vista y aspectos desde los que estudiar el sentimiento nacionalista e independentista, ¿qué podemos plantearnos con todo lo dicho?
Desde el comienzo de esta nueva etapa planeó en el ambiente la idea de configurar España como un Estado Federal. Aunque algunes juristas y estudioses consideren que el actual diseño autonómico es prácticamente el de un federación, lo cierto es que del artículo 145.1 CE, podemos deducir que la federación está prohibida en nuestra Carta Magna. Pero sin enredarnos en las denominaciones, sería bastante adecuado al perfil de nuestro país la idea federal, transfiriendo la mayoría de las competencias a los estados federales y dejando al gobierno central las competencias más generalistas de coordinación, defensa, representación exterior, etc. Eso supondría eliminar duplicidades pero no deshaciendo los organismos autonómicos -en este caso federales -, sino eliminando los centrales en los nuevos estados.
Distribución de Organismos Estatales por toda la geografía. El centralismo a estas alturas ya no tiene justificación: antiguamente con las comunicaciones poco desarrolladas y sin la existencia de las redes informáticas es posible que fuera importante tener un ministerio al lado del otro, y el Congreso en la misma ciudad que el Senado, pero hoy, gracias al desarrollo tecnológico en las comunicaciones y medios de transporte no podemos seguir sosteniendo este planteamiento. Así que esa idea que alguien planteó de trasladar el Senado a Barcelona era una buena idea. También mover las sedes de los distintos Ministerios, Agencias y Organismos estatales a otras ciudades cambiaría el clima social respecto a la idea de Nación española. Imaginemos que pudiéramos tener el Ministerio del Interior en Málaga y el de Obras Públicas en Bilbao o en La Coruña. El de Eduación, Cultura y Deportes en Cáceres y el de Agricultura, Pesca y Alimentación en Zaragoza o Valencia, ¿por qué no? Tenemos ciudades con el suficiente equipamiento y modernidad como para alojarlos y no solo para enseñarlas a los turistas.
Tratamiento de las lenguas y culturas. Quizá si las distintas lenguas no quedaran recluidas en sus respectivas comunidades, les ciudadanos de todo el país aprenderíamos a “quererlas”. Es decir, se podría fomentar el conocimiento y estudio de las mismas en todo el territorio, aunque fuera de modo optativo o complementario. No veo porqué no una estudiante extremeña, por ejemplo, no puede aprender euskera o gallego.
Creo que también en los medios de comunicación estatales deberían programarse ciclos de cine, cultura, música, etc., en todas las lenguas y en las distintas modalidades de cada una de ellas. Por ejemplo, podría realizarse en la TVE ciclos de cine en gallego o catalán, aunque fueran con subtítulos en castellano.
En fin, que un poco de afectividad y respeto a la cultura y lengua de todos los rincones de nuestra geografía ayudaría a conocernos más y sentirnos más unides como pueblo.
La Nación Humana Universal
“3. Los “poderes” del Estado, no son los poderes reales que generan derechos y obligaciones, que administran o ejecutan determinadas pautas. Pero al crecer el monopolio del aparato y convertirse en el sucesivo (o permanente) botín de guerra de facciones, ha terminado trabando la libertad de acción de los poderes reales y también entorpeciendo la actividad del pueblo, sólo en beneficio de una burocracia cada vez más inactual. Por ello, a nadie conviene la forma del Estado actual, salvo a los elementos más retardatarios de una sociedad. El punto es que a la progresiva descentralización y disminución del poder estatal debería corresponder el crecimiento del poder del todo social. Aquello que autogeste y supervise solidariamente el pueblo, sin el paternalismo de una facción, será la única garantía de que el grotesco Estado actual no sea reemplazado por el poder sin freno de los mismos intereses que le dieron origen y que luchan hoy por imponer su prescindencia.
4. Y un pueblo que esté en situación de aumentar su poder real (no intermediado por el Estado o por el poder de minorías) estará en la mejor condición para proyectarse hacia el futuro como vanguardia de la Nación Humana Universal.”3
P.D.: Estoy partiendo en este post de que lo más positivo sería que no se produjera la independencia de ningún territorio en España (esa es mi opinión), ya que la fragmentación y la creación de nuevas fronteras me parece una tendencia poco evolutiva. No obstante, creo en el derecho de autodeterminación de los pueblos, en que estos puedan elegir su futuro y desde luego que les ciudadanes puedan decidir en referéndum lo que les parezca. Ver el post Referéndum, ¡qué escándalo!
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Capítulo XI. El Estado, del libro El Paisaje Humano de Silo.
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Me parece importante hacer esta observación personal sobre el fenómeno, avalada por el tiempo que viví en Madrid y por haber participado en distintas organizaciones. Espero que no se ofendan los madrileños ya que el comentario no se refiere específicamente a les ciudadanes.
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Capítulo XI. El Estado, del libro El Paisaje Humano de Silo.
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